En el capítulo de Graciela Bajraj admite que los seguidores de sus editoriales se han preguntado por qué editó libros de cocina junto a obras literarias de peso. Su respuesta es sencilla: para facturar y compensar pérdidas. Y también porque disponía de Graciela, una persona capaz de hacerlos y una autoridad en la materia y colaboradora de revistas de gran tirada.
Del capítulo de Italo Calvino debo destacar un fragmento que demuestra la relación entre autor-editor (aunque en este caso no es el editor de esa obra, sino un lector) frente a la opinión de una obra, la franqueza y la reacción del autor:
“No sabía entonces que lo mejor que se le puede decir a un autor es siempre lo que uno piensa. La franqueza nunca hiere, aunque duela. Y a mí T con Zero me había parecido un libro menor de Italo, más de lo mismo, más del mismo juego un tanto ingenuo que ya había hecho de Las cosmicómicas un libro malogrado. (…)
—Lo que yo esperaba, lo que me parece que el público esperaba y espera ahora de ti, es una gran novela, algo comparable a El barón rampante.
Italo frunció más el ceño, (…) y me dijo: —¿Y por qué? ¿Por qué esperas algo de mí? ¿Qué tienes que esperar de mí? ¿Y qué tiene el público que esperar de mí? ¿Eh?”Del capítulo que tiene como centro a Giulio Einaudi admite que con la férrea política editorial de este – un libro se publica si es bueno, no se publica si no lo es, y toda consideración comercial ha de plantearse una vez tomada esta decisión puramente literaria- fue uno de sus primeros maestros en la edición, sin que él (Einaudi) lo supiera. En un momento realiza una reflexión acerca del mundo de la edición: En treinta años nunca lo ha sentido verdaderamente en crisis sino que ha pasado por momentos de auge y momentos de baja; ha mirado maravillado las innovaciones del sector, desde el perfeccionamiento de la imprenta en color hasta la irrupción de la edición electrónica.
Kenizé Mourad – en este capítulo se dedica a contar la experiencia de la edición en español del libro De parte de la princesa muerta de Kenizé Mourad. La compra de derechos, la obtención de un crédito para llevar a cabo la traducción, edición, impresión y distribución y toda una serie de preguntas que se transformaron en decisiones editoriales (diseño, tirada, costos, pvp, punto de equilibrio). En base a esta experiencia, su reflexión acerca de los best sellers es la siguiente: “No tengo idea de por qué cualquier best seller se vende tanto. No tengo idea de por qué otros libros no se venden. No tengo idea de por qué alguien compra un libro, el que sea. Me sorprende cuando soy testigo de acto tan noble. Un best seller aporta mucho dinero a una editorial. Sería fatal creer que un best seller puede mantener a flote una editorial para siempre. Toparse con un best seller es como la lotería: puede reproducirse en cualquier momento. Por otra parte, no conozco a nadie capaz de fabricar un best seller. Los best seller son siempre fruto del azar, sean o no “de calidad”. No existe un editor capaz de predecir el éxito de un libro. Los best sellers se dan, no se fabrican".
Mario Muchnik es autor y editor. Llego al mundo del libro en 1966. Dos años más tarde empezó a trabajar en París con Robert Laffont y en Barcelona en 1973 fundó con su padre Muchnik Editores. Hoy ese sello emblemático en España se llama El Aleph, del grupo Planeta. Luego creo otra editorial independiente: El taller de Mario Muchnik. Ha sido el artífice de la primera edición en España de autores como Elias Canetti, Elie Wiesel y Primo Levi.
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