miércoles, 3 de diciembre de 2014 0 comentarios

Bazlen y sus informes de lectura

Una de las últimas lecturas que realizamos para el seminario fue una selección de cartas e informes de lectura que envió Roberto Bazlen durante el último periodo de su vida a su amigo editor Luciano Foa (Editorial Einaudi y Editorial Adelphi), entre los años 1951 y 1963. 

La figura del lector editorial es muy importante cuando se necesita una opinión acerca de si publicar o no una obra. Es una persona externa a la editorial que puede saber o ser experto en la temática del original o interesarle el tema. Su tarea consiste en leer el original con cierta distancia, como si fuese el lector al que está destinado, evaluarlo y elaborar un informe sobre si es pertinente o no para el catálogo, sus características fuertes y débiles, el argumento, aspectos importantes a considerar, entre otros. Lo ideal es que al elegir quién será el lector de un original este coincida con el destinatario de la obra. 
Una vez que el editor posee ese informe, y también otros más, decide qué hacer: aceptar los comentarios del lector o ignorarlos. 

Los informes reflejan que Bazlen conocía muy bien a la industria editorial, y que sabía cómo ser un lector editorial, alejarse o tomar distancia del texto y analizarlo por todos lados. Si bien él mismo afirma que sus lecturas fueron rápidas por cuestiones de tiempo del editor y que le hubiese gustado escribir más acerca de cada original, algunos de los puntos que analizó y escribió en sus informes fueron: el argumento, características de personajes, el ritmo, la extensión (ya sea de los capítulos o de la novela), la estructura, si era adecuado para el público, si es un riesgo para publicar, aspectos positivos, defectos, e incluso propuso condiciones para publicar. 

En clase vimos que existen tres criterios principales para realizar una lectura editorial (de originales espontáneos): 
-La calidad; 
-la pertinencia (con respecto a la editorial y su catálogo); 
-la viabilidad (posibilidades concretas de que se convierta en un libro, la inversión o sus costos para llevarlo a cabo). 

Y que el editor tiene tres opciones con respecto a un original: 
-Aceptarlo; 
-Aceptarlo con cambios; 
-Rechazarlo.
martes, 2 de diciembre de 2014 0 comentarios

Lo peor no son los autores - Mario Muchnik

La selección de Lo peor no son los autores de Mario Muchnik que leímos para el seminario constaba de 4 capítulos que hacían referencia a experiencias relacionadas con Graciela Bajraj, Italo Calvino, Giulio Einaudi, Kenizé Mourad y el epílogo con algunas preguntas y respuestas que se autocontesta el autor. 

En el capítulo de Graciela Bajraj admite que los seguidores de sus editoriales se han preguntado por qué editó libros de cocina junto a obras literarias de peso. Su respuesta es sencilla: para facturar y compensar pérdidas. Y también porque disponía de Graciela, una persona capaz de hacerlos y una autoridad en la materia y colaboradora de revistas de gran tirada. 

Del capítulo de Italo Calvino debo destacar un fragmento que demuestra la relación entre autor-editor (aunque en este caso no es el editor de esa obra, sino un lector) frente a la opinión de una obra, la franqueza y la reacción del autor: 
 “No sabía entonces que lo mejor que se le puede decir a un autor es siempre lo que uno piensa. La franqueza nunca hiere, aunque duela. Y a mí T con Zero me había parecido un libro menor de Italo, más de lo mismo, más del mismo juego un tanto ingenuo que ya había hecho de Las cosmicómicas un libro malogrado. (…)
—Lo que yo esperaba, lo que me parece que el público esperaba y espera ahora de ti, es una gran novela, algo comparable a El barón rampante.
Italo frunció más el ceño, (…) y me dijo: —¿Y por qué? ¿Por qué esperas algo de mí? ¿Qué tienes que esperar de mí? ¿Y qué tiene el público que esperar de mí? ¿Eh?” 
Del capítulo que tiene como centro a Giulio Einaudi admite que con la férrea política editorial de este – un libro se publica si es bueno, no se publica si no lo es, y toda consideración comercial ha de plantearse una vez tomada esta decisión puramente literaria- fue uno de sus primeros maestros en la edición, sin que él (Einaudi) lo supiera. En un momento realiza una reflexión acerca del mundo de la edición: En treinta años nunca lo ha sentido verdaderamente en crisis sino que ha pasado por momentos de auge y momentos de baja; ha mirado maravillado las innovaciones del sector, desde el perfeccionamiento de la imprenta en color hasta la irrupción de la edición electrónica. 

Kenizé Mourad – en este capítulo se dedica a contar la experiencia de la edición en español del libro De parte de la princesa muerta de Kenizé Mourad. La compra de derechos, la obtención de un crédito para llevar a cabo la traducción, edición, impresión y distribución y toda una serie de preguntas que se transformaron en decisiones editoriales (diseño, tirada, costos, pvp, punto de equilibrio). En base a esta experiencia, su reflexión acerca de los best sellers es la siguiente: “No tengo idea de por qué cualquier best seller se vende tanto. No tengo idea de por qué otros libros no se venden. No tengo idea de por qué alguien compra un libro, el que sea. Me sorprende cuando soy testigo de acto tan noble. Un best seller aporta mucho dinero a una editorial. Sería fatal creer que un best seller puede mantener a flote una editorial para siempre. Toparse con un best seller es como la lotería: puede reproducirse en cualquier momento. Por otra parte, no conozco a nadie capaz de fabricar un best seller. Los best seller son siempre fruto del azar, sean o no “de calidad”. No existe un editor capaz de predecir el éxito de un libro. Los best sellers se dan, no se fabrican". 
Mario Muchnik es autor y editor. Llego al mundo del libro en 1966. Dos años más tarde empezó a trabajar en París con Robert Laffont y en Barcelona en 1973 fundó con su padre Muchnik Editores. Hoy ese sello emblemático en España se llama El Aleph, del grupo Planeta. Luego creo otra editorial independiente: El taller de Mario Muchnik. Ha sido el artífice de la primera edición en España de autores como Elias Canetti, Elie Wiesel y Primo Levi.
 
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